jueves, 1 de julio de 2010

Revelaciones detrás de un crimen

Era un martes muy caluroso aproximadamente las 9 de la noche. El parque de diversiones desbordaba de gente. En él se encontraban muchas familias con sus hijos, amigos, conocidos.
Martin Ferreyra, astuto, mentiroso, peligroso, de 24 años, caminando por el lugar sorprendido divisa a alguien colgado en la silla de la montaña rusa. Apresurado corre hasta los controles, le avisa que detenga el juego al que la está manejando y lo pará.
Sin tocar al cuerpo, llaman a la ambulancia y como les parece extraño también a la policía. Llegan observan el cuerpo y coinciden en que se trata de un ajuste de cuentas.
Cuando lo llevan a la morgue y reconoce que es el custodio del parque de diversiones llamado Fernando Perez, de 33 años trabajador, sociable, compañero, astuto y generoso.
El encargado de este caso Jonatán Benavidez de 22 años, que como buen investigador, era exigente y honesto. Pasaron semanas y el caso seguía sin resolverse. El investigador decidió volver al parque par ver si encontraba alguna pista. Luego de observar un largo rato encuentra “una pulsera grabada con iníciales”, también resto de pólvora de un arma y así logra deducir el tipo de arma que usó el asesino. Pasaron semanas y seguían investigando la pulsera.
Hasta que al fin lograron hallar al dueño de la misma. No querían delatar nada sin antes estar seguros. El sospechoso Martin Ferryra, supuestamente dueño de la pulsera, fue a declarar. Le hicieron varias preguntas, negó todo y solamente dijo que el nomás había visto a la victima asesinada en la silla de la montaña rusa y que la pulsera le pertenecía y la había perdido hace tiempo.
Todas las pistas incriminaban de una u otra manera a Martin Ferreyra ya que también habían descubierto que hacia un tiempo el había tenido un conflicto con la victima.
Continúa la investigación.
El detective, dudando de que Martin Ferreyra fuera el asesino, reviso nuevamente la autopsia de Fernando Perez. Encontró detalles que no coincidían con el resultado de la misma, por ese motivo, envió la orden para que se investigue el cuerpo y las pruebas. Otra vez el forense y los policías científicos no fueron los mismos.
Pasaron dos semanas hasta que concluyó la investigación de las pruebas y el cuerpo.
En ese lapso de tiempo, el juez decidía que el sospechoso esperara la resolución del caso y la sentencia en la cárcel.
Martin Ferreyra estaba muy asustado, el detective notaba que algo lo perturbaba. Le dio que si confesaba le proporcionarían seguridad, pero no quiso hablar. Tenía miedo.
El detective sabiendo que algo andaba mal con el sospechoso, comenzó a estudiar los nuevos resultados de las autopsias.
La del cuerpo reveló que la víctima fue asesinada de dos disparos en la espalda y uno certero en la cabeza. Que provoco la muerte instantánea. Los tiros fueron a “quema ropa”.
La pulsera mostro que las huellas no pertenecían a Martin Ferreyra. Y que además de haber huellas de la victima, también había de otra persona. Un segundo sospechoso que querían inculpar a Martin.
Uno de los oficiales encontró la denuncia hecha 7 meses atrás donde el sospechoso Martin Ferreyra declaraba que le habían sustraído de su propiedad una pulsera de similares características.
El detective decidió interrogar por quinta vez a Martin.
Después de dos horas de preguntas sin respuestas y de un sospechoso con lágrimas en los ojos habló.
Confesó que hace un año y medio se había convertido en el contador de un mafioso que traficaba joyas en el mercado negro. Después de diez meses de ganarse su confianza empezó a quedarse con plata de “los trabajos”, como ellos lo llamaba. Pero no se había dado cuenta que su patrón lo estaba vigilando. Sigue sustrayendo plata hasta que lo agarraron en pleno robo. Logro escaparse, pero lo persiguieron todo el tiempo para ajustar esa cuenta.
El detective no entendía de lo que estaba hablando. El continúo. Dijo que creía que estaban estos mafiosos detrás del asesinato y que lo querían culpar a él.
Jonatán Benavidez le pidió que le diera el nombre del jefe de la banda y le dijo que no se preocupara que le proporcionaran seguridad.
Martin confesó el nombre del mafioso. Alejandro Giménez.
Al detective le parecía conocido ese nombre, lo había escuchado en algún lugar. Hizo memoria pero Martin interrumpió su pensamiento. Le dijo que Alejandro estaba infiltrado en la policía para tapar sus crímenes, y que por eso era conocido. El detective se estremeció. Martin continuó diciendo que el mafioso era el forense y arreglaba las autopsias para incluir a las personas con los que tenia problemas.
Jonatán Benavidez se levanto y salió casi corriendo le mostro el interrogatorio a su superior y este ordeno de inmediato que se apresara a Alejandro Giménez.
Luego del despliegue de los oficiales para llevar a cabo la orden dada y de trasladar con éxito al nuevo sospechoso a la departamental, lo interrogaron y no tuvo opción más que decir la verdad y declarase culpable.
El caso fue llevado al juez Roberto Sánchez, que dictó cadena perpetua sin pose de libertad condicional a Alejandro Giménez por los cargos de homicidios y tráfico en el mercado negro.
A Martin Ferreira lo condenaron a 15 años por estafa.
El detective Jonatán Benavidez recibió un reconocimiento por su desempeño durante el proceso.
Y por fin el joven Fernando Pérez descanso en paz.

DE Romina índa

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