lunes, 14 de septiembre de 2015

Terror En Tokio

  Luca, un joven de 16 años, fue de vacaciones forzado por sus padres a uno de sus viajes exóticos. En esta oportunidad se fueron a la ciudad de Tokio y,  para matar el tiempo, Luca se llevó cinco libros de diferentes escritores, entre ellos “Terror en Tokio” de Stephen King.
  Llegaron a la ciudad un martes 13 de diciembre de 2025 y, radiantes de felicidad, entraron al famoso hotel Dunlop. Mientras sus padres hacían los papeles en recepción, Luca salió a recorrer.
  Caminaba absorto en sus pensamientos y se sobresaltó al escuchar una voz ronca pronunciar su nombre. El adolescente rápidamente se volteó y lo que vio fue a un anciano con aspecto de vagabundo sentado en un rincón con una botella de alcohol en la mano. El chico respondió al llamado de aquel extraño sujeto, con mucha cautela se sentó y el viejo empezó a narrar la historia de una chica que terminó con su vida trágicamente con un disparo en la cabeza, en la habitación 13 de ese mismo hotel.
  Según cuentan los que se hospedan en dicha habitación, todas las noches cuando el reloj da las 3:00 am se escucha un disparo ensordecedor y un frío sepulcral envuelve la habitación mientras leves sollozos invaden el tétrico ambiente. Solo los huéspedes lo escuchan y al levantarse sobresaltados observan el cuerpo inerte de una joven bellísima de mirada triste. El fantasma de Lucy Jefferson.
  Luca, incrédulo, no dio por sentado que la historia fuera real.  -Es un viejo, seguramente borracho.- pensó al alejarse.
  Encontró a sus padres todavía completando el registro de huéspedes en la recepción. Y, para su sorpresa, la llave que su madre tenía en la mano era la número 13.
  -Es solo una coincidencia, la historia no es real.- se repite para sus adentros.
  Una vez alojados en la habitación, Luca, como de costumbre, permaneció aislado y se puso a leer. Sus padres decidieron salir a recorrer los centros comerciales más cercanos. Invitación que el muchacho rechazó.
  Solo en aquella habitación de hotel no dejó de pensar en la historia de Lucy Jefferson. Pero se tranquilizó y decidió tomar un baño para despejar su mente.
  Minutos después escuchó ruidos extraños que provenían del interior de su habitación. A pesar de ello, no les dio importancia.
  -Es solo mi imaginación.- susurró.
  Para su sorpresa, no era así. A continuación escuchó un ruido metálico, seguido de otros sonidos que él no lograba descifrar. Salió del baño, escudriñó el ambiente y no vio nada anormal, nada que le llamara la atención.
  Convencido de que su mente le ha jugado una mala pasada, intentó conciliar el sueño y lo logró. Entre pesadillas se despertó sobresaltado y ojeó el reloj, ya eran las 2:45 am y sus padres no habían regresado aún. El miedo comenzó a paralizarlo.
  -La historia, no es real, la historia no es real, la historia…- susurra.
  El reloj dio las 3:00.
  Un frío paralizante empezó a inundar la habitación y el miedo comenzó a dominar cada terminación nerviosa, a erizarle cada vello de su cuerpo. De repente, escuchó un disparo y ahí estaba ella, con su bello rostro y sus ojos colmados de tristeza, sollozando. Un instante más tarde todo desapareció...
  Luca se levantó con lágrimas corriendo por sus mejillas e intentó escapar, pero tropezó con algo, miró hacia atrás y ahí estaba… ella, tendida sobre la alfombra.
  Quedó en shock, observándola, y en un abrir y cerrar de ojos el fantasma despareció dejando detrás de ella un libro. Transcurridos varios minutos logró recuperarse y abrió el cuaderno que, para su sorpresa, era un diario… El diario de Lucy Jefferson. Estaban todas las páginas arrancadas menos la última, en donde ella escribió:
  “13 de diciembre de 1905:
  Aquí estoy yo, de nuevo, sentada en un rincón de esta maldita habitación. El reloj marca las 2:45 am y todavía no puedo conciliar el sueño. Llorando, sí, de nuevo, por esa estúpida pesadilla recurrente que todas las noches me atormenta; siempre lo mismo, nunca termina, nunca llego al final de esta maldita pesadilla. Yo no estoy loca. En la pesadilla siempre hay un maldito sol brillando sobre la ciudad de Tokio y, de repente, la brisa trae un frío inesperado en una templada mañana que, como cualquier otra, incita a mirar hacia el cielo. A pesar de que todos empezaron a alarmarse mantuvieron la calma. Nadie se imaginaba que esa mañana iba a ser la última.
  La gente se arremolinaba frente al hotel mirando al cielo antes azul, ahora con  tintes grisáceos, que asomaba sobre la terraza del edificio. Las radios bramaban a lo lejos interrumpiendo su trasmisión habitual para tranquilizar a la población alegando un temporal aislado. Las personas precavidas siguieron con su día habitual, pero se sabía de ante mano que  lo que se avecinaba no era un simple temporal, era mucho más que eso. Las nubes fueron entrelazándose entre ellas para tapar lo que quedaba del cielo azul de la ciudad de Tokio. Y en un instante todo se paralizó, puertas que se cerraban, ventanas que crujían e inmediatamente eran tapiadas. El famoso hotel cerró sus puertas a todo aquel que no llegó a tiempo, todas las ventanas se cerraron, menos la del piso 13…”
  Luca estaba absorto en la lectura de aquel manuscrito cuando oyó un ruido agudo que lo hizo sobresaltar abandonando las líneas y levantar precipitadamente la vista. Luego vinieron unos gritos lejanos que se escurrían desde el exterior colándose en la habitación. Entonces miró hacia la ventana, a través de la cual se lograba ver un espeso manto de tierra que se iba difuminando. De repente, la ventana desapareció.
 Karen Corpuz y Milagros Fernández