martes, 6 de julio de 2010

LA TRAMPA

Era un martes muy caluroso, aproximadamente las nueve de la noche. El parque de diversiones desbordaba de gente. En él se encontraban muchas familias con sus hijos, amigos, conocidos. Entre ellos Martín Ferreira, astuto, mentiroso, peligroso, de 24 años.
    Caminando por el lugar, se sorprendió al ver a alguien que  estaba colgado en la montaña rusa. Apenas lo vio corrió hacia los controles. Le avisó al que estaba manejando el juego. Sin tocar el cuerpo llamó a la ambulancia y como les pareció extraño, también a la policía.
    Llegaron a la morgue, reconocieron que el cuerpo era del custodio del parque de diversiones, llamado Fernando Pérez de 33 años trabajador; sociable, compañero, astuto generoso.
    Este caso fue asignado a Jonatan Benavides, de 22 años, que como buen investigador era exigente y honesto, astuto.
    Pasaron semanas y el caso seguía sin poder resolverse. El investigador decidió volver al parque para ver si encontraba alguna pista .Luego de observar un largo rato, encontró una pulsera grabada con iniciales. También, restos de bala. Así logró deducir el tipo de arma que había usado el asesino.                     Pasaron semanas y seguían investigando .Al fin lograron hallar al dueño de la pulsera. No querían decir nada sin antes estar seguros de la información obtenida.
    El sospechoso, Martín Ferreira, supuestamente dueño de la pulsera, fue a declarar. Le hicieron varias preguntas pero negó todo y dijo    que él sólo había visto a la víctima asesinada en la silla de la montaña rusa.
    Todas las pistas incriminaban de una u otra manera a Martín Ferreira, ya que también había descubierto que hacia un tiempo, él había tenido un conflicto con la víctima.
     Continuó el trabajo de investigación hasta que un día llegaron a averiguar que quien había buscado información sobre la pulsera, había sido un farsante que supuestamente le habían pagado para que no delatara al verdadero culpable. Así investigaron donde se hallaba el mismo y lo detuvieron.
     Declaró, dijo toda la verdad sobre quién era el verdadero culpable, entonces el investigador, llamado Mauricio Díaz, averiguó dónde habitaba.        Fueron hasta el lugar donde se hallaba  Alejandro Jiménez, lo encontraron cargando sus valijas para poder escapar. Pero lo detuvieron, lo llevaron al destacamento policial, declaró, dijo toda la verdad confesando que él mismo lo había matado por venganza.
    Martín Ferreira fue absuelto de todas las culpas que lo incriminaban, mientras que el verdadero culpable  quedó en la cárcel.  

Autor: Rocío  Pedrosa -María Sol Cabanas

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