martes, 13 de julio de 2010

el suicidio casi perfecto

Era un martes muy caluroso. El parque de diversiones desbordaba de gente. En él se encontraban muchas familias con sus hijos, amigos, conocidos. Martín Ferreira, astuto, peligroso, mentiroso, de 24 años, iba caminando por el lugar cuando quedó sorprendido porque vio a alguien colgando de una silla de la montaña rusa. Apresurado corrió a los controles de la misma. Le avisó al que lo estaba manejando y paró el juego.
Sin tocar el cuerpo, llamó a la ambulancia y como les pareció extraño, también a la policía. Llegaron, observaron el cuerpo y coincidieron en que se trataba de un supuesto suicidio. Lo llevaron a la morgue, y reconocieron en él al custodio del parque llamado Fernando Pérez, de 33 años , trabajador, sociable, compañero, astuto y generoso.
Se encargó de este caso Jonatán Benavides, de 22 años que como buen investigador, era exigente, y honesto. Pasaron semanas y el caso seguía sin resolverse. El investigador decidió volver al parque para ver si encontraba alguna pista. Luego de observar un largo rato, encontraron una pulsera grabada con iniciales y también rastros de balas. Así lograron deducir qué arma había utilizado el asesino.
Después de unos días se dieron cuenta de que las iniciales que tenía la pulsera correspondían a Alejandro Giménez. No querían decir nada hasta no interrogar al acusado; así que después de largas averiguaciones lo atraparon para que declarara. El hermano de Giménez no dijo nada que lo incriminara.
Después de un tiempo, lo llamaron a testificar a Alejandro Giménez y dijo que a esa hora él estaba trabajando. Le pidió al detective que lo cuestionara a su hermano sobre eso. El interrogado fue otra vez al lugar y encontró restos del auto. Se le había caído una mica.
El policía que estaba en ese momento, se encontraba en el lugar del crimen, no vio nada ni escuchó el disparo, pero todos los datos que tenía el investigador lo incriminaban a él. Entonces el detective llamó a todos los acusados a declarar de nuevo. También al policía que estaba en el lugar. Todos declararon menos él porque estaba tan nervioso que no pudo decir ninguna palabra.
Después de unos días, el policía pudo declarar, encontraron al culpable, descubrieron que finalmente era Alejandro Giménez. Pero no lo hallaban por ningún lado.
Pasada una semana lo ubicaron en una casa, muerto y con una carta al lado que decía que él había matado al portero del parque de diversiones.
Así, supieron cómo había muerto el portero del mismo. El caso fue resuelto finalmente.
AUTORA: MARIA ALTAMIRANO

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