Estaba en mi casa esperando a que el llegara y pasara por mí. Cuando llegó, salimos de la casa y nos subimos a su coche. Me dijo que el viaje sería largo.
Luego recordé que un día había dejado un libro en el auto, abrí la guantera y lo encontré. Me puse a leerlo y recordé los personajes, los escenarios y los hechos que habían sucedido. El novio estaba llevando a su chica hacia un bosque donde le tenía una sorpresa preparada, una cena romántica. Luego la llevaría a un lago que tenía una cascada en el medio del bosque, irían debajo de la cascada y le pediría matrimonio.
El auto detuvo su marcha y ambos descendieron del vehículo, se adentraron en el bosque. Mientras se encaminaban vieron un camino marcado con antorchas que iluminaban el pasto verde, la chica miró a su novio con cara de sorpresa y él le dedicó una tranquilizadora sonrisa, le tomó la mano y la dirigió por el camino, hasta que llegaron al centro del bosque donde había una mesa para dos personas iluminada por luces de colores a su alrededor. En la mesa había unas velas, la chica dio media vuelta y miró a su novio a los ojos.
- ¿Qué es todo esto?
-Preguntó sorprendida.
- Yo creo que es una cena para vos y para mí.
–Dijo el de forma sencilla.
- ¿En serio?
–Preguntó ella aún más sorprendida.
- Sí, que yo sepa no veo a nadie más por aquí.
- Eso ya lo sé tonto, pero ¿por qué todo esto?
- Porque quería sorprender a mi bella novia.
- Dijo el abrazándola por la cintura y dándole un beso en la comisura de sus labios.
- Así que ahora, señorita ¿me podría hacer el favor y acompañarme en esta cena?
–Preguntó de forma graciosa y tomando la mano de la chica para dirigirla hasta la mesa.
- Claro que lo acompaño, mi caballero.
- Respondió ella con una sonrisa en sus labios.
La cena transcurrió normal. Ellos hablaban de diferentes temas, reían, contaban sus historias de cuando eran pequeños y las travesuras que solían hacer. El chico, de vez en cuando la hacía sonrojar con los cumplidos que le decía.
Cuando la cena llegó a su fin él le dijo que le tenía otra sorpresa.
- Pequeña ¿me podrías acompañar? – Dijo dándole la mano para ayudarla a pararse.
- Sí, claro, pero ¿a dónde vamos? –Preguntó ella curiosa.
- Esto no termina aquí, princesa. Tengo más sorpresas preparadas para tí.- dijo él con una sonrisa en sus labios y abrazándola.
- Pará, pará, paraaá, cómo que más sorpresas preparadas. ¿Todo esto lo preparaste vos? –preguntó sorprendida y abriendo los ojos grandes.
- Sí, y por esto que he estado un poco alejado de vos este último tiempo.-Dijo mirándola a los ojos.- Es que quería que todo saliese perfecto.
- No debiste hacer todo esto, no era necesario.-Dijo parando su marcha y tomando las manos del chico.
La chica le dedicó una de sus sonrisas más sinceras. Detuvieron su marca por el camino señalado con fuego, ella se acercó un poco y le depositó en sus labios un beso que transmitía todos sus sentimientos hacia él. Se alejaron y siguieron caminando con sus manos entrelazadas.
Luego de caminar por unos minutos llegaron a un lago que tenía una pequeña cascada. El agua del lago estaba iluminada con diferentes colores y en la superficie flotaban algunas plantas marinas.
El chico le dijo que cruzarían el lago, que se sacara los tacones así no se lastimaba un tobillo ni nada por el estilo. Pasaron por dentro del agua y llegaron debajo de la cascada. - ¡Ya llegamos!-Me dijo y yo suspiré aliviada, se colocó detrás mío y besó mi cuello. Yo sonreí.
Di media vuelta y miré a mi chico. Él se puso de rodillas frente a mí y sacó una cajita de su bolsillo. La abrió. Me tapé la boca asombrada al ver el anillo. Lo miré emocionada, él sonrió.
- Dilo, Dilo.-Dije como una niña pequeña con lágrimas en sus ojos.
- Princesa: me enamoré de esos ojos de color azul, sin imaginar que minutos después, más abajo, encontraría los más hermosos labios que al sonreír me hicieron enamorarme mucho más. Me enamoré de nuestra primera plática hasta las dos de la madrugada. Me enamoraron tus “buenos días” por la mañana y de los “que descanses” por las noches. De la casualidad más perfecta en el momento exacto. Me enamoré de aquellas veces que me dices que me extrañas, y de todas tus bromas. Me enamoré de ti y también de tu amor. De cómo un mágico momento pudo cambiar nuestras vidas para siempre, de cómo fue que un simple beso me encadenó a la eternidad, y de cómo con el pasar de los días el tan soñado “te quiero” se transformó en un tan esperado “te amo”. Me enamoré, te enamoraste… Nos enamoramos inesperadamente sin saber cómo ni cuándo pero aún así, deseándolo, anhelándolo con todas las fuerzas existentes, con todas las ganas que los enamorados pueden sentir cuando se dan cuenta de que son el uno para el otro. Que tú y yo nacimos para morir juntos. Entonces, ¿qué dice? ¿Aceptas casarte conmigo?-Preguntó y mis ojos se llenaron de lágrimas.
Yo sonreí y dejé escapar algunas lágrimas de emoción, para luego tirarme arriba suyo. Él cayó al piso y yo caí encima suyo sonriendo.
- Sí sí sí sí sí sí sí sí.- repetía contenta. Me levanté un poco para verlo, él sonrió y le extendí mi mano, colocó el anillo en el dedo indicado y luego me abalancé nuevamente sobre él y besé sus labios. Él sonrió en medio del beso, lo que hizo que muerda su labio.
- ¡Gracias! Me hiciste el hombre más afortunado en todo el mundo.- dijo al separarnos, y yo sonreí una vez más.
- Y tú, la mujer más afortunada.- dije y volví a besar sus labios con ternura.
Laila Rodríguez, Ludmila Ciancaglini, Luisina Gago, Yeni Legarreta
(4° año economía 2015)
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